Quintín, pour La Agenda Revista
El olor a cloro, de Irma Pelatan (Gog & Magog)
Le pedí este libro a Vanina Colagiovanni en el stand de la editorial en la feria del libro, simplemente porque vengo acumulando libros sobre nadadoras. Recuerdo haber leído y comentado en los últimos años al menos otros tres: En el estanque, de Al Alvarez, Som-hi! de Inés Marcó y Bocetos de Natación de Leanne Shapton. Además, nuestro amigo Kiti está nadando sin traje en estos días fríos en Mar del Plata y como nadadores sub-aficionados, Flavia y yo estamos admirados por sus proezas. Pero no sabía nada de El olor a cloro ni de su autora.
Ahora sé bastante poco: que Pelatan nació en 1975 y esta es su primera novela, publicada en 2019 y traducida en 2022 con la ayuda del venerable fondo Victoria Ocampo. El resto se deduce de un libro muy corto y de pequeño formato. Vivió de chica en Firminy, cerca de Saint-Étienne, donde Le Corbusier pensó un complejo que incluía un centro habitacional, un estadio, una iglesia, una casa de la cultura y una pileta. No llegó siquiera a diseñar esta última y, a su muerte, el trabajo quedó a cargo de su discípulo André Wongenscky siguiendo los principios del modulor, un concepto de Le Corbusier sobre la adaptación de los espacios a la dimensión humana media. Allí Pelatan nadó tres veces por semana hasta los 18 años en un ambiente de club de barrio familiar en una alcaldía comunista, donde la natación era un modo de elevación espiritual y un aprendizaje para la vida. La chica que nada no es una atleta profesional ni intenta serlo: las competencias de las que participa no pasan del nivel doméstico.
El olor a cloro no es un libro de memorias, ya que Pelatan habla apenas lateralmente de acontecimientos personales o históricos (apenas sospechamos que era buena estudiante, pero nada sobre sus aspiraciones, sus lecturas, sus romances), sino más bien de sensaciones: básicamente de la relación poética con el agua y con su cuerpo al que le van sucediendo cosas como la menstruación o las vacaciones en el Mediterráneo. Hay capítulos dedicados a describir la sociología de los que concurren a la pileta, de la diferencia entre los bañistas y los nadadores, del pasaje curvo que lleva del vestuario al agua, del secreto recinto desde el que se puede ver el interior de la pileta por unos ojos de buey. De pronto, Pelatan anota que el chico que le sirvió de guía en esa expedición clandestina terminó ahorcado. Ese apunte, que rompe con la ensoñación de la vida en un medio líquido, es característico de un modo de sinceridad sin afectación, de un estilo que cultiva la ensoñación asociada a la blandura del agua pero deja entrar subrepticiamente la dureza de la vida. Hay un pasaje dedicado a los trampolines, al miedo que tuvo cuando se lanzó del más alto y a la necesidad de ocultar su fragilidad.
Pelatan habla del descubrimiento de una voz a la que accede después de muchos minutos de nadar y con la que se queda sola (una variante del « converso con el hombre que siempre va conmigo » de Machado). Y también de que su cuerpo es una entidad de algún modo separada de la conciencia. « Mi cuerpo como un lugar, no, es falso, mi cuerpo como una persona, como una alteridad de la que ignoro el principio, mi cuerpo como un misterio. (…) Cedo el poder, como siempre, dejo que los otros lo gobiernen, que le impongan ritmos, relatos, actitudes. Mi cuerpo no está en mi poder. Yo no soy el centro de mi cuerpo. Y no sé qué hacer con esta especie de disociación. »
Así pasa de lo elusivo a lo explícito, del lirismo acuático a la aridez terrestre, como si el libro naciera de dos humores contrapuestos, de dos escrituras que obedecen a principios distintos. En el medio hay algo así como un trauma, algo de lo que no se habla y que marca el fin de la infancia de la autora, un cataclismo y también un borramiento del que el libro parece un retorno. Hacia el final, Pelatan cuenta que le costó mucho terminar este primer libro, publicado casi a los cincuenta años si no hice mal las cuentas.
Hay libros impecables, impersonalmente personales como podría ser el de Nathalie Léger que comentamos arriba y otros tan personales que se escapan de los parámetros habituales de la literatura. Tengo la impresión de que Pelatan, la nadadora, está en esa periferia estimulante por su frescura (el uso de esta palabra me sugiere asociaciones espantosas, como por ejemplo que el agua climatizada de la pileta no es tan fría), como si todavía se pudiera escribir dese fuera de un aparato literario uniformizador y banalmente competitivo, como si se pudiera nadar por fuera del imaginario deportivo y del cuidado de la salud.
El ambiente contenedor de la pileta y de la infancia que Pelatan evoca y sus inesperadas rupturas me hicieron preguntarme cómo sería esa mujer. Muy especialmente, me sorprendió este pasaje: « Más tarde conocí la obesidad que no es tan terrible como se cree, es sobre todo una lucha contra lo estándar, contra los apoya brazos estrechos, contra la bañadera que no baña nada, contra el pantalón que no cierra. Por lo demás, un poco más de fatiga, un poco menos de agilidad, pero una vida similar, una vida al fin, el placer de las caricias, el ritmo del paso, la caca de la mañana. El cuerpo vive su vida paralela ». No sé si alguna vez leí algo parecido, tan serenamente contrario a lo que la gene dice y escribe. Me dio curiosidad el personaje y encontré en la web esta presentación de su segundo libro, un extraño proyecto basado en cartas a un desconocido, que se llama Lettres à Clipperton. Pueden comprobar por sí mismos que la gorda es realmente simpática.
Retrouvez cette recension sur le site de La Agenda via ce lien : laagenda.buenosaires.gob.ar/contenido/37746-con-una-ayuda-de-mis-amigos