Dans son inclassable ouvrage, entre récit et chronique, voire autobiographie, l’autrice raconte une jeunesse passée aux bords des bassins, où le corps de l’enfant devient celui de l’adolescente et de la jeune femme, à force de battements et d’ondulations. Avec beaucoup d’originalité et de sensibilité, elle propose la chronique d’un corps qui fait ses longueurs dans la piscine de Firminy, construite selon le programme « Modulor ». Le Modulor ? Il s’agit d’un système de mesure créé par le Corbusier, sorte de norme architecturale où le corps – celui d’un homme idéal de 1 mètre 83 – devient l’échelle de référence. L’analyse n’est pas celle d’une architecte, froide et mesurée, mais celle d’une nageuse qui offre une perception intime et une compréhension personnelle d’un lieu qui a accompagné la croissance de son corps. Après tout, Irma Pelatan l’a habité pendant près de 15 ans, entre 4 ans et 18 ans, enchaînant les longueurs avec ses camarades de lignes d’eau. Elle y a réalisé ce grand voyage qui mène de l’enfance à l’âge adulte… même si ce voyage se jouait dans un bocal d’une longueur de 25 mètres : « C’est vrai, quand on y pense, on n’allait pas bien loin. On nageait des kilomètres mais on restait sur place, dans notre petit bassin. Vingt-cinq mètres de long. On travaillait l’art du virage. L’art de la limite ». La piscine se fait matrice, la nage institue l’identité en devenir et le saut de la plus haute plateforme du plongeoir de la piscine réalise un rite initiatique. Irma Pelatan nous conduit aussi dans un collectif, un club de province (les Dauphins de Firminy), loin du haut niveau mais non sans des exigences sportives faites de rigueur et d’effort. Finalement, avec L’Odeur du chlore, l’autrice met des mots sur ce qui constitue le plaisir de nager et de vivre au sein d’un collectif, d’une équipe.
Le pedí este libro a Vanina Colagiovanni en el stand de la editorial en la feria del libro, simplemente porque vengo acumulando libros sobre nadadoras. Recuerdo haber leído y comentado en los últimos años al menos otros tres: En el estanque, de Al Alvarez, Som-hi! de Inés Marcó y Bocetos de Natación de Leanne Shapton. Además, nuestro amigo Kiti está nadando sin traje en estos días fríos en Mar del Plata y como nadadores sub-aficionados, Flavia y yo estamos admirados por sus proezas. Pero no sabía nada de El olor a cloro ni de su autora.
Ahora sé bastante poco: que Pelatan nació en 1975 y esta es su primera novela, publicada en 2019 y traducida en 2022 con la ayuda del venerable fondo Victoria Ocampo. El resto se deduce de un libro muy corto y de pequeño formato. Vivió de chica en Firminy, cerca de Saint-Étienne, donde Le Corbusier pensó un complejo que incluía un centro habitacional, un estadio, una iglesia, una casa de la cultura y una pileta. No llegó siquiera a diseñar esta última y, a su muerte, el trabajo quedó a cargo de su discípulo André Wongenscky siguiendo los principios del modulor, un concepto de Le Corbusier sobre la adaptación de los espacios a la dimensión humana media. Allí Pelatan nadó tres veces por semana hasta los 18 años en un ambiente de club de barrio familiar en una alcaldía comunista, donde la natación era un modo de elevación espiritual y un aprendizaje para la vida. La chica que nada no es una atleta profesional ni intenta serlo: las competencias de las que participa no pasan del nivel doméstico.
El olor a cloro no es un libro de memorias, ya que Pelatan habla apenas lateralmente de acontecimientos personales o históricos (apenas sospechamos que era buena estudiante, pero nada sobre sus aspiraciones, sus lecturas, sus romances), sino más bien de sensaciones: básicamente de la relación poética con el agua y con su cuerpo al que le van sucediendo cosas como la menstruación o las vacaciones en el Mediterráneo. Hay capítulos dedicados a describir la sociología de los que concurren a la pileta, de la diferencia entre los bañistas y los nadadores, del pasaje curvo que lleva del vestuario al agua, del secreto recinto desde el que se puede ver el interior de la pileta por unos ojos de buey. De pronto, Pelatan anota que el chico que le sirvió de guía en esa expedición clandestina terminó ahorcado. Ese apunte, que rompe con la ensoñación de la vida en un medio líquido, es característico de un modo de sinceridad sin afectación, de un estilo que cultiva la ensoñación asociada a la blandura del agua pero deja entrar subrepticiamente la dureza de la vida. Hay un pasaje dedicado a los trampolines, al miedo que tuvo cuando se lanzó del más alto y a la necesidad de ocultar su fragilidad.
Pelatan habla del descubrimiento de una voz a la que accede después de muchos minutos de nadar y con la que se queda sola (una variante del « converso con el hombre que siempre va conmigo » de Machado). Y también de que su cuerpo es una entidad de algún modo separada de la conciencia. « Mi cuerpo como un lugar, no, es falso, mi cuerpo como una persona, como una alteridad de la que ignoro el principio, mi cuerpo como un misterio. (…) Cedo el poder, como siempre, dejo que los otros lo gobiernen, que le impongan ritmos, relatos, actitudes. Mi cuerpo no está en mi poder. Yo no soy el centro de mi cuerpo. Y no sé qué hacer con esta especie de disociación. »
Así pasa de lo elusivo a lo explícito, del lirismo acuático a la aridez terrestre, como si el libro naciera de dos humores contrapuestos, de dos escrituras que obedecen a principios distintos. En el medio hay algo así como un trauma, algo de lo que no se habla y que marca el fin de la infancia de la autora, un cataclismo y también un borramiento del que el libro parece un retorno. Hacia el final, Pelatan cuenta que le costó mucho terminar este primer libro, publicado casi a los cincuenta años si no hice mal las cuentas.
Hay libros impecables, impersonalmente personales como podría ser el de Nathalie Léger que comentamos arriba y otros tan personales que se escapan de los parámetros habituales de la literatura. Tengo la impresión de que Pelatan, la nadadora, está en esa periferia estimulante por su frescura (el uso de esta palabra me sugiere asociaciones espantosas, como por ejemplo que el agua climatizada de la pileta no es tan fría), como si todavía se pudiera escribir dese fuera de un aparato literario uniformizador y banalmente competitivo, como si se pudiera nadar por fuera del imaginario deportivo y del cuidado de la salud.
El ambiente contenedor de la pileta y de la infancia que Pelatan evoca y sus inesperadas rupturas me hicieron preguntarme cómo sería esa mujer. Muy especialmente, me sorprendió este pasaje: « Más tarde conocí la obesidad que no es tan terrible como se cree, es sobre todo una lucha contra lo estándar, contra los apoya brazos estrechos, contra la bañadera que no baña nada, contra el pantalón que no cierra. Por lo demás, un poco más de fatiga, un poco menos de agilidad, pero una vida similar, una vida al fin, el placer de las caricias, el ritmo del paso, la caca de la mañana. El cuerpo vive su vida paralela ». No sé si alguna vez leí algo parecido, tan serenamente contrario a lo que la gene dice y escribe. Me dio curiosidad el personaje y encontré en la web esta presentación de su segundo libro, un extraño proyecto basado en cartas a un desconocido, que se llama Lettres à Clipperton. Pueden comprobar por sí mismos que la gorda es realmente simpática.
« La natation comme expérience poétique », un article de Christophe Goby, du 19/11/2021
Extrait :
» « Et nous étions des nageurs , pas des baigneurs. » Irma Pelatan nageait en piscine au club des dauphins de Firminy dans les années 1970. Elle raconte l’entrée à la piscine à quatre vingt centimes parce que la Mairie est tenue par Théo Vial Massat, un maire et une légende communiste, « La résistance qui tenait la Mairie depuis toujours. » Autrement dit, depuis la libération avec Marcel Combe. Puis Eugène Claudius Petit, ancien des MUR, catholique de tendance anarchiste. « J’ai beaucoup nagé dans mon enfance, tu sais, car le sport nous tenait lieu de culture, de loisir, de valeur, de lien. » Irma Pelatan se constitue une vraie culture du corps sans savoir que corps et esprit vont de pair. « Je nageais et était née comme une poétique de l’eau. » Elle y cherchait la droiture, la noblesse du sport et une morale aussi au milieu des bassins. Elle mettait sa fierté à réaliser trois jours par semaine ses kilomètres de nage le soir. Avec son entêtement à se déplacer en ligne droite, elle rêvait de mer, d’immensité, d’espace sans limite mais la Loire, ce n’est pas la Méditerranée. « La mer nous habitait et pas n’importe quelle mer : la Méditerranée. » Et le Corbusier ce n’est pas la liberté non plus. Pourtant la piscine de Firminy qu’on croit de lui est l’oeuvre d’André Wogenscky. « Et nous nagions comme on prie, les chronomètres et les planches comme ostensoirs, comme suppliques au Dieu absent. » «
Attribué chaque année à un livre issu de maisons d’édition indépendantes, le prix Hors Concours récompense toujours des ouvrages surprenants. Hors des sentiers battus. Cette fois encore, avec L’Odeur de chlore, il couronne un ovni littéraire. C’est un livre mince, moins de cent pages, troublant et juste comme un haïku. Difficile à définir. Irma Pelatan précise que son court récit est la « chronique d’un corps qui fait des longueurs ». Elle y raconte quatorze année de natation intense, dans l’extraordinaire piscine de FirminyVert, dans la Loire, conçue par Le Corbusier. Durant ces années, la narratrice quitte l’état de petite fille pour devenir une femme. Au fil des longueurs de bassin, au creux de la solitude de l’effort, le dialogue intérieur est permanent et la jeune fille va devoir affronter un souvenir douloureux. On plonge avec délice dans ce récit intime au style inimitable.
L’article original est disponible en cliquant sur ce lien.
Médiathèque départementale du Nord
L’Odeur de chlore est dans la sélection « coups de coeur » de la médiathèque départementale du Nord :
C’est la chronique d’un corps nageant, malgré l’effort, la cadence des longueurs répétées. L’auteure restitue parfaitement bien l’environnement aquatique de « cette piscine comme une grande matrice », espace physique et mental où elle éprouve à la fois sa liberté et une forme de dépassement de soi, malgré un événement traumatique.
Récit rythmé sur le flottement de notre rapport mystérieux, inacceptable, à notre propre corps. L’Odeur de chlore offre d’abord une très belle réflexion sur la modélisation sociale et architecturale du corps. Dans de très courts chapitres, Irma Pelatan plonge le lecteur dans ses souvenirs des entraînements dans une piscine dessinée par Le Corbusier. Les traumas alors remontent mais, comme dans une piscine, ne limitent pas l’espoir porté par cette très belle confession.
Chronique publiée par Clémentine Beauvais sur Instagram le 2 juin 2019:
« Une femme se souvient d’années de nage. C’est Le Corbusier qui a dessiné la piscine ce sont les baigneurs et les nageurs qui en éprouvent la concrétude quotidienne, les carreaux qui coupent les pieds, les grandes vitres à travers lesquelles les habillés et les emmaillotés se regardent avec méfiance, les vestiaires collectifs où l’on s’examine à 12 ans les poils pubiens qui poussent, les repères au plafond pour ne pas se cogner la tête au dos crawlé. Odeur de chlore, froideur de la céramique, vertige du béton en haut du grand plongeoir la claque des plats quand le plongeon rate. Mémoire d’architecture, de sport, de corps, et de traumatisme aussi, sous une couverture d’un bleu absolument exquis… »
Blog 68 Premières Fois
Ensemble d’avis de lecture, publié sur le blog 68 Premières Fois, le 3 juin 2019
Mention du livre L’Odeur de Chlore dans un article de la rubrique cinéma de Livres Hebdo, dans la partie « Urbanisme » de l’article.
Urbanisme
Le documentariste Gilles Coudert se penche, lui, sur l’une des plus grandes figures de l’architecture moderne dans L’esprit Le Corbusier. Raconté par le réalisateur et comédien Charles Berling, ce moyen-métrage esquisse un portrait du père du brutalisme à travers les témoignages croisés des habitants des ensembles qu’il a bâtis, de créateurs contemporains et d’historiens.
Cette année, les constructions et la vision de l’urbaniste occupent une place importante dans plusieurs romans et livres témoignages, déjà publiés ou à paraître : L’odeur de chlore d’Irma Pelatan (La contre-allée, mars 2019), Les maisons de mon père d’Odette Rottier (B2, à paraitre) et Sous la colline de Sabrina Calvo (Libretto, édition poche). Phaidon a publié en février une biographie en images du personnage, Le Corbusier, le grand, tandis que Points prépare la sortie d’un livre portrait, Un Corbusier de François Chaslin, prévue pour le 6 juin.
Chronique publiée sur le blog Passion de Lecteur le 9 avril 2019
Un texte qui se lit rapidement, riche en images et symboles tant l’évolution physique de la narratrice comme son état d’esprit y développent un sens du symbolisme et de la métaphore.
Pour qui que ce soit qui a connu aussi ces cours ou ses sorties à la piscine, enfant puis adolescent, les rapides chapîtres de ce livre reflêtent parfaitement nos propres sentiments. Cette piscine, en plus d’un architecte prestigieux dans sa conception, est bien un monde à la fois magique, mystérieux et le cadre des évolutions corporelles de la narratrice. Une sorte de prolongation naturelle du liquide amniotique maternelle, c’est par l’effort que la narratrice, sa soeur, ses premiers petits amis mettent à parcourir, sans fin, ses longueurs de bassin que cette communauté, ses rites, ses challenges existe et se différencie du reste du monde qui les entoure.
Jamais je n’ai eu l’occasion de lire un tel ouvrage sur le milieu d’une piscine municipale…
Je vais me remettre à la natation…..
La chronique est également disponible ici, mais aussi sur le forum Partage Lecture.
Blog l’Horizon et l’infini
Avis publié le 20 février 2019 sur le blog L’horizon et l’infini
Livre éclairé et sagace, l’auteure va nous décrire la vie de cette piscine où elle est « chez elle ». On trouve les habillés et les déshabillés, les baigneurs et les nageurs, dont elle fait partie, qui ne portent pas de bracelet en plastique qui font partie des piliers du centre de natation.
Un texte épatant sur le corps des femmes, sur ce qui enferme et ce qui libère. L’odeur du chlore envahit le lecteur. Les lignes de la piscine de Firminy se mêlent aux sillons qui tracent les vies des nageuses et des nageurs, de leurs évolutions. Le Corbusier était fort en avance sur son temps et a conçu des bâtiments et lieux de vie qui prenaient en compte tant les habitants ou les usagers que l’environnement. Le bassin de Firminy était prévu par Le Corbusier en 1958 dans le plan globale avec l’unité d’habitation, la maison de la culture, le stade et l’église mais, suite au décès de l’architecte, elle est construite par André Wogesncky.
La piscine en béton est là, statique et proportionnée, bâtie selon les règles du Modulor, mais la morphologie change, l’anatomie de la narratrice se modifie, n’est pas, n’est plus aux normes.
J’aime beaucoup la façon dont ce texte est façonné, sculpté.
« Ce récit enfin cette chronique » pour citer l’auteure est un bel exercice d’écriture avec des chapitres courts, rythmés et ciselés.
Un conte sur les courbes et sur les lignes dans tous les sens ! une histoire plaisante et délicate.
Chronique publiée sur le blog Ma collection de livre le 28 mars 2019
Architecte de son corps
Avec «L’odeur du chlore», Irma Pelatan fait resurgir ses souvenirs au rythme des longueurs de piscine et, au fur et à mesure que son corps se transforme, nous raconte l’ambition architecturale du Corbusier.
Lors de la réunion du jury du Prix Orange du Livre 2019, nous avons eu un intéressant débat – notamment avec le sauteurs présents – sur les livres entrant dans la sélection et sur la définition d’un roman. Si je vous en parle aujourd’hui, c’est que le débat pourrait aussi mettre en cause L’odeur de chlore. Pour résumer le choix fait par le jury, il n’y a pas de distinction à faire entre un récit, un récit de voyage, une chronique ou une expérience vécue à condition qu’il s’agisse d’une œuvre littéraire, ce en quoi ce court récit répond indubitablement, car il est construit sur la recherche stylistique, sur le rythme imposé par la natation. On pourrait même le rapprocher de À la ligne de Joseph Ponthus, cet autre exercice de style qui par son écriture rend déjà compte de l’ambiance, du milieu décrit.
Nous voilà cette fois à Firminy, petite ville du Massif central dont la notoriété, après la fermeture des aciéries, tient au prix national d’urbanisme décerné à la ville en 1962 pour un ensemble architectural dessiné par Le Corbusier et comprenant notamment, outre des immeubles d’habitation, des équipements collectifs et une église – qui ne sera terminée que bien longtemps après la mort de son concepteur.
Parmi les équipements collectifs figure la piscine dont il est question dans ce récit.
Pour la narratrice et pour sa famille, la piscine devient très vite un cocon protecteur: « Quand j’étais de l’autre côté de la vitre, je sentais (…) qu’il y avait une grande force à se montrer presque nue face aux habillés. La vitre était une protection, me rendait inatteignable. »
Membre du Club des Dauphins, c’est là qu’elle va voir son corps se développer, prendre conscience de sa féminité grandissante. « Mon corps est devenu celui d’une femme. Cette piscine a vu mon corps se faire femme, semaine après semaine, elle a vu mes seins pousser, mes hanches naître, elle a su mes règles. Et, de tout aussi loin, elle a vu mon corps grandir et grossir, échapper à la courbe, devenir trop, devenir autre, quitter la norme. »
Au fur et à mesure des longueurs effectuées, des progrès réalisés, des confrontations victorieuses, on se prend à rêver, à faire de cet endroit le point de départ vers d’autres voyages. « On soufflait de l’eau chlorée par les narines, mais ça voulait dire la mer. Ça voulait dire la puissance de la mer, le sel de la mer, la majesté de la mer. L’espace sans limite. » La mer où Le Corbusier finira par mourir, laissant à André Wogenscky le soin de conclure son œuvre et à Irma Pelatan de comprendre que les apparences sont quelquefois trompeuses, y compris lorsque le veut être l’architecte de sa vie.
Chronique publiée sur le blog Mes écrits d’un jour le 26 mars 2019
Dans cet espace aquatique, une petite fille devient femme. À force de longueurs, elle voit ce corps qui change, se modifie, évolue et se forge. Peut-être frôle-t-elle la perfection dans ce lieu si normalisé.
« Comment mon corps peut-il être un mystère à moi-même ? »
En un court récit, Irma Pelatan, dessine le parcours du corps. Captivée par son rôle et son devenir au fil de sa vie. Comment il se comporte face à la nature des choses et la place qu’il a parmi les autres. C’est bref et il n’en fallait pas plus pour ce texte tout en pudeur. Le rapport du corps à soi et aux autres n’a plus le même goût après cette lecture.
Chronique publiée sur le blog Les Lectures du Mouton le 8 mars 2019.
« Je veux parler du corps, de la mesure du corps. Ce corps changeant, depuis la plus petite enfance, ce corps qui constamment devient, ce corps qui m’échappe. Le contraire de la stabilité, le lieu des marées. Mon corps qui dit, qui signifie ce que je ne sais pas mettre en mots, ce message sans doute si terrifiant, si déformant.[…] Comment mon corps peut-il être mystère à moi-même ? Je cède le pouvoir, depuis toujours, je laisse d’autres gouverner mon corps, lui imposer des rythmes, des récits, des attitudes. Mon corps n’est pas mon pouvoir. Je ne suis pas le centre de mon corps. Il y a cette sorte d’extraction dont je ne sais que faire ».
L’odeur du chlore, c’est d’abord le récit d’une piscine. La piscine André Wogenscky à Firminy, dans la métropole stéphanoise. La piscine dite Le Corbu car inspirée du concept d’après-guerre de Le Corbusier : le Modulor. Le Modulor, c’est construire les lieux de vie selon la silhouette standard humaine, celle d’un homme d’1,83 mètres. *« Un étalonnage né du corps idéal comme lieu de la proportion, le corps qui tend au nombre d’or » dit Irma Pelatan.
L’odeur du chlore, c’est surtout le récit d’une petite fille qui devient progressivement une femme dans ce lieu de l’homme parfait. Des années de natation dans un espace limité où le corps change mais à aucun moment ne peut atteindre cette perfection-étalon de Le Corbusier. Une petite fille autrefois trop petite pour le mobilier, une femme aujourd’hui trop volumineuse pour entrer dans les standards. Pourtant, sans cesse, les longueurs de bassin se multiplient, les sauts au grand plongeoir travaillent. La piscine devient aussi le lieu où l’on repousse les limites du corps. Le goût de l’effort, de la performance, du geste parfait, ce que l’auteure appelle *« l’idéologie du dépassement de soi ».* La piscine, c’est le corps soumis, c’est le corps dévêtu, c’est l’acceptation d’un ordre du monde, c’est rêver de l’immensité de l’océan dans un bassin restreint. C’est prendre conscience aussi d’une liberté qui existe et que l’auteure va trouver, à sa façon, dans ce contexte particulier.
En peu de pages, Irma Pelatan a su livrer un monde, son monde de l’enfance, son idée du corps, de la liberté. Irma fait dialoguer les normes, les siennes, celles de la piscine pour interroger notre propre rapport au monde et notre rapport à soi. Personnellement, ce livre m’a beaucoup touchée. Une bien belle réussite.
Nous utilisons des cookies pour vous garantir la meilleure expérience sur notre site web. Si vous continuez à utiliser ce site, nous supposerons que vous en êtes satisfait.OKRefuserPolitique de confidentialité